11 septiembre 2011

Aerodelicias


Tengo muchas cosas que contaros con respecto a mis últimas experiencias culinarias, pero dado que hoy es 11 de septiembre, este tema me ha parecido adecuado.

Odio volar. Lo odio. Y cada vez más. Volar es una de esas actividades que, justo al contrario de lo que ocurre con comer, menos te apetece cuanto más practicas.

No es sólo que tenga un miedo bastante razonable a morir a bordo de un aparato que vuela a 12.000 metros sobre el suelo a casi mil kilómetros por hora que en cualquier momento puede ser estrellado por señores con turbante contra edificios muy altos (aunque admito que tanto en el despegue como en el aterrizaje, pese a no ser creyente, me persigno y después beso de forma compulsiva una medallita de San Antonio bendita que mi abuela me regaló). Es también que detesto los aeropuertos. Son como tanatorios petados de publicidad de marcas de lujo. ¿A quién pretenden engañar? Por muchas cosas bonitas y caras que te compres en tierra, si te estrellas desde esa altura a esa velocidad poco va a importar que las gafas de sol que te pongas en la cabeza tengan un logotipo dorado de Dior.

Pero tengo que admitir que cuando viajo en primera (y eso no ocurre muy a menudo) hay un momento en que hasta me gusta estar en el avión. Y ese momento es cuando las azafatas traen la comida.

Yo no sé quién es el cerebro detrás de los menús de los aviones, pero tiene espíritu de abuela, porque la frecuencia y cantidad con la que te alimentan es propia de una señora que te quiere ver muy rolliza y contenta.

El último vuelo que he hecho en primera ha sido a China. Doce horitas de nuestro señor Jesucristo.

Los siento chicos, pero en el destino me robaron la cámara de fotos, así que no tengo imágenes para documentar lo que aquí cuento; por eso intentaré ser breve y gráfica.

A lo largo de todo el viaje nos pusieron muchísimas cosas para comer, desde bolsitas de anacardos y avellanas hasta helados Haagen Dazs de cookies.
Pero el menú de cena de la idea estuvo especialmente rico. Os lo cuento aquí tal y como aparecía descrito en la carta que nos entregaron:

1. Tartar de tomate y mozarella (es decir, un picadillo de tomate con queso)
2. Gourmet appetizer + Ensalada de temporada (creo que el apetaiser este era una mini tablita de quesos, aunque no estoy segura de si eso fue a la vuelta)
3. Especialidad china: Guiso de cerdo y bambú con salsa bao, arroz, repollo de Shanghai y cacahuetes.
4. Pastelitos surtidos.

El guiso estaba que-se-te-iba-la-olla.

A la vuelta me encontraba demasiado cansada como para anotar lo que nos sirvieron, aunque recuerdo que a la hora del desayuno la tortilla francesa con salsa bernaise me supo a gloria.

El placer que supone comer estas delicias se ve acentuado por el hecho de que en los vuelos largos en primera clase puedes ver los estrenos cinematográficos. Así que mientras daba buena cuenta de mi estofado cerdil me tragué también 'La boda de mi mejor amiga'. Sin duda la mejor película que he visto en los últimos seis meses.



Y, bueno, que sepáis que no soy la única fan de la comida aérea que hay en el mundo. De hecho, hay tantos fans que existe una web llamada Airlinemeals, una especie de base de datos de menús de las compañías aéreas, donde los viajeros cuelgan fotos de las comidas que más les han gustado. La que podéis ver arriba de todo responde al que ellos han considerado el mejor menú de 2011. ¿Cómo es quedáis?

¿Cuál ha sido la mejor comida que habéis probado vosotros a bordo de un avión?

2 comentarios:

  1. es que con una bandeja de recipientes de diferentes tamaños y llenos de diferentes cosas te hace olvidar cualquier cosa, es como resolver un puzzle. A mi me tocó de chiripa viajar en primera una vez y me pusieron, después del champán, unos langostinos riquísimos.

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  2. Alucino con Airmeals. sinceramente, a mi los menús de los aviones me parecen siempre una bazofia, sobre todo las carnes... aunque nada peor que las comidas que sirven en Renfe. Una vez un señor llamó a la azafata muy cabreado para preguntarle cómo podía estar él seguro de que otras personas no habían hurgado ya en su lasaña cubierta con papel de aluminio. Yo aguantando la carcajada.

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